jueves, 9 de abril de 2015

Salir de marcha

domingo, 27 de noviembre de 2005
Guión de un monólogo
Hey, hola, hola, hola. Muy buenas noches, noches, señoritas y señoritos. Esta historia que les voy a contar es más verídica, que la calderilla que tiene Julián Muñoz en Suiza, donde se compra esos pantalones sobaquiles, que tan de moda se están poniendo...

Hay una pregunta que todos los padres se han hecho alguna vez: ¿Qué hacen nuestros hijos cuando salen de marcha? Y no me extraña, porque cuando los hijos salen por la puerta, y yo me incluyo, pues era asín, les dicen los papís:
-¿A dónde vas, hijo?
Y el hijo:
-Pues... por ahí...
-¿Y con quién? -pregunta papar o mamar.
-Pues... con gente...
-¿Y qué vais a hacer?
-Pues... dar una vuelta...

¿Y saben por qué los hijos son tan inconcretos? Pues por una gran verdad, que todos los jóvenes saben, pero ninguno se atreve a reconocer. Y como yo esto de la juventud lo estoy dejando, me da igual y lo digo: el 99,95% de las veces que sales de marcha es un coñazo. ¿Pero por qué seguimos saliendo?

Pues porque siempre pensamos: ¿Si no salgo... y luego pasa algo emocionante...? Y, sobre todo, y hablo de mis años mozos en Madrid, ¿y si ligo? Sí, porque no falla: basta que un día no salgas, para que te digan tus amigos: ¡Tío! ¡Ayer fue la leche, la polla en vinagre...! Acabamos con unas finlandesas bailando en un tren de lavado...

Y tú pensando: Joder, y yo como un imbécil en casa viendo el programa Dolce Vita... que me lo podría haber grabado. Así que, claro, el sábado siguiente, aunque pienses que va a ser un rollo, sales. Y esto es lo que realmente ocurre, en casi todas las noches de marcha.

Volvemos la vista atrás y nos situamos en Madrid. Yo con diez o doce añitos menos.  
-Tú, pelón, ¿de que te ries?, que soy mayor que tú, con pelo, sin arrugas y sin barriga, pisha... 

Pero da igual para cualquier situación. Diez de la noche, o diez y quince minutos, para ser más exactos. Quedas con toda la peña pa cenar. Y siempre elige restaurante un tío al que yo llamaba El Scotex. Sí, porque era uno que se aprendió el truco de cenar en restaurantes caros y pagar a escote, es un chollo... y aprovecha para pedir lo más caro. Lo malo es que, para evitar que te time, te picas: ¿qué pide bistec? Tú, solomillo. ¿Qué pide gambas? Tú, centollo. Intento hacer lo mismo en la disco, si El Scotex se pega unos buenos piquitos con la maciza de la pista, yo me pico y voy a por una camarera a la barra, que normalmente, están de vicio, buenorra que te cagas. Sinceramente, hay no tengo na de éxito y me lo como to con papas.

Volvamos a la cenita. Y cuando llega el postre, estás tan lleno, tan sollón, que te tomarías un cafelito, y ya está, pero El Scotex dice: Para mí una tarta de chocolate con salsa de frambuesa y láminas de menta. Y tú piensas, joder, me va a salir el cafelito a 1.500 pelas: ¡Pues a mí una mouse... de jamón ibérico... y láminas de menta! ¡A chuparla, Scotex de los cohone! Al final el cafelito te sale por 6.000 pavos. ¡Que se joda!

Prosigamos la noche de marcha. Doce de la noche. Acaba la cena. Y siempre me surge la misma pregunta: ¿por qué no se decide el sitio a donde ir a tomar una copita durante la cena? Pues no, hay que decidirlo en la puta calle, muerto de frío:
-¿Y si vamos a Pingo's?
-Uy, no, Pingo's no, que estará hasta arriba.
-Bueno, ¿y si vamos a Funchi's?
-Noo, Funchi's no, que la música es muy mala...

¿Y al final cómo se resuelve esto? Pues como siempre, con indefinición. De repente alguien tiene una idea brillante: Oye, vamos al centro y allí veremos... Y esta frase es mágica, convence a todo el mundo. ¡Yo creo que por eso el PP la copió: Oye, vamos al centro y allí veremos...

Una de la mañana. Llegas al centro y hay que encontrar aparcamiento. Y vale cualquier sitio con tal de que quepa el puto coche, en un vado, encima de la acera, dentro de un contenedor... Y por primera vez en toda la noche, sientes que estás de marcha. Sí, porque tienes que andar cuatro kilómetros desde donde aparcas hasta la discoteca. Las dos menos cuarto. Por fin llegas, y ya, tranquilamente, puedes... ponerte a hacer cola. Las colas de las discotecas son las únicas que haces sin saber si al final te van a dejar entrar. 

¿Se imaginan ustedes, amable público, hacer cola en la frutería y que al final no te vendieran los kiwis? No, a usted no le vendo kiwis, que lleva calcetines blancos, ¡el siguiente! Pero si tienes suerte, a las dos y cuarto consigues entrar.

Y pasas de la marcha al rafting. Sí, porque en las discotecas, la gente se organiza en riachuelos. Y tú te colocas en uno, pensando que va a la barra y de pronto te ves en la puerta del baño: ¡mierda! Y ves que todos tus amigos han cogido el que va a la barra. Así que intentas avanzar contra corriente, pero no puedes... y les gritas: -¡¡¡Voy al baño pero no os movááááis de ahíííí!!!

Pero no cuentas con que las discotecas tienen una capacidad de movimiento propia, como las mareas. Y cuando por fin llegas a la barra, tus amigos han sido trasladados a veinte metros. Y en ese momento empiezas a acordarte, de lo bien que se está en tu camita, tapadido hasta el pescuezo... pero vuelves a caer en la trampa: no me voy, que deben de estar a punto de aparecer las finlandesas con una ficha para el tren de lavado.

Así que continúas la expedición, y después de media hora, consigues llegar hasta ellos, con la copa en lo alto, como si fuera un trofeo, y te dicen:
-Bébete el refrigerio rápido, que nos vamos a otro sitio.
-¿A otro sitio, pisha?
-Sí, ¿a dónde te apetece a ti?
-A mí, con lo que me ha costado conseguir la copa, ¡a la Cibeles a celebrarlo!

Pero salta uno: Vamos a Cunclis: cierra a las 10 de la mañana. Así que después de estar toda la noche por ahí, sudando, bebiendo y fumando, acabas en un sitio lleno de gente sudada, bebida y fumada. Sí, porque no es muy difícil saber, qué tipo de gente vamos a un sitio que cierra a las 10 de la mañana.

Los que no habíamos pillado cacho en toda la noche íbamos pensando: Me quedan dos horas para pillar, voy a machete. Me vale lo que sea, si pesa más de 30 kilos y se mueve... Ahora, si es aquí donde pillaron mis colegas a las finlandesas, no me extraña que las llevaran al tren de lavado.
 
Al final sales de allí a las 10 de la mañana, sin haberte comido na de na. Y de pronto ves en la puerta... un puesto de bocatas de jamón. Que no es ibérico, que no es de bellota. Yo creo que ni siquiera es jamón, con las lochas transparentes, que los condimentos del bocata, son la mugre y carroña saliente de esas uñas aguileñas del tendero, pero a esa hora te comerías hasta a un guarda jurao.

En fin, que si no sabían lo que es salir de marcha, yo se lo resumo: dos horas peleándote con El Scotex, media hora discutiendo con tus amigos, hora y media aparcando, cuarenta y cinco minutos caminando, hora y veinte haciendo cola, y media hora vomitando.

Bueno, gracias, gracias, gracias, me despido ya. Gracias por aplaudir a rabiar, aunque sea de manera hipócrita. Muchas gracias, nuevamente, y hasta pronto, pecadores.

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