sábado, 28 de marzo de 2015

Los velatorios

sábado, 28 de mayo de 2005
Guión de un monólogo
Hey, hola, hola, hola. Muy buenas noches, noches, respetable público, señoritos y señoritas. Como casi siempre, voy a contar una historia verídica, que le pasa a todo el mundo, aquí el casi, lo elimino, le pasa a todo el mundo, ya veréis...

Estuve ayer en un velatorio... Se ha muerto el agüelo de una colega y le he acompañado al tanatorio... Y la verdad es que el tanatorio, es un sitio bastante curioso... Hay hasta bar, que por cierto, tiene mucho ambiente, porque es el único que no cierra en toda la ciudad...
 
Lo primero que te encuentras al llegar allí, son un montón de coronas de flores... ¡Qué digo yo...! ¿Por qué le llamarán a eso corona? Yo no he visto nunca a un muerto con eso en la cabeza... Más que una corona parece un salvavidas, que hay que tener, un poquito de mala leche, para regalarle a un muerto un salvavidas...

Y los mensajes que llevan, son para leerlos: Tus nietos no te olvidan; Tus compañeros de oficina, no te olvidan. Que tú piensas..., pero, ¿a quién se lo dicen? ¿al muerto...? Los muertos no parecen muy aficionados a la lectura. Y además, ¿cómo que no te olvidan? ¡Pero hombre, por Dios! ¡si se acaba de morir el compadre, miarma! ¡Cómo para olvidarse!

Pero yo creo que el bar es la clave del tanatorio. Porque si no fuese por las copas que se toma el personal, no se entiende todo lo que pasa allí. Los hombres acaban siempre hablando de la jornada futbolera del finde, siempre. Mientras las mujeres, normalmente, no siempre, eh..., sacan a relucir el tema de la herencia. ¡Coño, que el cadáver está todavía calentito! Y comienzan con el critiqueo entre ellas: Mira a la guarra de la Herminia, que viene de tapado al velatorio, y se folló un montonazo de veces al Eustaquio, que en paz descanse.

Para empezar, el negocio se llama ¡Pompas fúnebres! Qué falta de respeto es esa... ¡Pompas fúnebres!, parece la marca de un champú para difuntos: Pompas fúnebres, ¡el champú que no irrita los ojos! Y después de lavarle la cabeza al muerto con el champú pompas fúnebres, nos vamos de marcha..., de marcha fúnebre... ¿Marcha fúnebre? ¡Esto ya es cachondeo! ¡Seguro que irse de marcha fúnebre, es ir a mover el esqueleto!

Pero menos sentido todavía, tienen las conversaciones de la gente. De repente llega un tío y dice: ¡No somos nadie! Pero ¿cómo que no somos nadie? ¡No serás nadie tú, carajote! ¡Yo soy un tío de puta madre! Alguno dice: Se nos fue al otro barrio. Vamos a ver, pishita, en el otro barrio, también se organizará una Velá, tan malo no será, digo yo... Y otro suelta: Hoy estamos aquí y mañana estamos allí. ¡¡¡Hombreee, mira, eso es lo bueno de tener coche!!!

En los velatorios, te das cuenta de que si quieres que hablen bien de ti, no hay nada como morirse. Si por ejemplo, tú eras un ludópata, la gente dirá... No tenía nada suyo... Y si tenías muy mala leche... Parecía que se comía el mundo y luego no se comía a nadie... La gente es una jartá de hipócrita, que te lo digo yo.

Pero la cosa se anima y salta uno: Y hablando de comer, ¡cómo le gustaba el pollo al joputa! ¿Os acordáis de aquella vez que se comió cinco pollos de una sentada...? Y otro: ¿Y la vez que tiró un tabique con el hombro? Que me van a perdonar, pero si se comía cinco pollos seguidos y tiraba tabiques con el hombro, lo raro es que no se hubiera muerto antes, pisha.

Y con estas anécdotas del muerto, a la gente le da la risa floja y de repente uno dice: ¡¡Aaaaaaay!!... si no nos reímos, ¿qué vamos a hacer...? ¿Cómo que qué vamos a hacer, coño? Pues llorar, cojones, ¡qué para eso estáis en un velatorio!

Y entonces se crea un silencio incómodo, hasta que a alguien se le ocurre algo original que decir: Pues mira, ya ha dejado de fumar... Bueno sí..., el muerto ha dejado de fumar, pero los demás no paráis, cabrones... Que se forma allí un ambiente, que sólo falta que salga Michael Jackson bailando el Thriller...

Yo creo que en vez de ponerle velas al ataúd, le deberían poner faros anti-niebla... ¡Es que es muy fuerte! Los muertos se van al otro barrio ahumados, como los salmones. Vamos, que si llegas tarde piensas: Coño, ¡qué los familiares ya lo están incinerando por su cuenta!

Pero a mí las frases que más me impresionan, son las que se dicen en el pésame: Te acompaño en el sentimiento. O esa otra que dice: Ha pasado a mejor vida, que en eso sí que tienen razón... Porque toda la vida con muebles de aglomerado de Ikea y cuando te mueres te meten en un ataúd de roble macizo... Y a lo mejor te has pasado la vida conduciendo un Opel Corsa y ahora te vas al otro barrio en un Mercedes de puta madre... ¡Y con chófer! ¡Muy bien! ¡El coche más seguro del mundo! ¡A buenas horas!

En fin, yo no tengo claro lo que quiero que hagan conmigo cuando me vaya con los pies por delante, cuando ya sea fiambre. Había pensado en la incineración, pero no me convence. Porque entran los familiares con las coronas de flores y el ataúd, y al rato salen con una copa de cerámica y claro, entre las coronas y la copa parece que han ganado la vuelta ciclista a España.

Por eso estoy pensado en donar mi cuerpo a la ciencia. Así ni velatorio ni na de na. Las orejas las donaría al Museo de Cera de Madrid, con un tapón mío, hay cera para hacer los Tres Tenores... El corazón a Anne Igartiburu, para que haga: Hola, corazones... Hoy tenemos Corazón Golfo... El hígado que se lo den a JB
y lo que ya sabéis, al charcutero del mercado, a ver si lo encaja como una buena longaniza...

Bueno, pecadores míos, se acabó el monólogo sobre fiambres varios, que esto va a parecer una charcutería de barrio. Gracias, gracias, gracias, y hasta la vista Babys.

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